El Evangelio
de Mateo nos cuenta que un Rey había decidido arreglar cuentas con sus
empleados. Uno de ellos le debía diez mil monedas de oro, pero como no tenía
con que pagar, le suplico al rey que le perdonara la deuda. El rey le perdona
todo lo que le debía (…) Conviene preguntarnos ¿Cómo hacer realidad la
misericordia de Dios en contexto de hoy?
En mundo de hoy vemos situaciones de guerra y conflictos entre
países, así mismo percibimos en la
sociedad hechos de violencia organizada, por otro lado en las familias y
centros de trabajo constatamos rencores y odios; estos hechos demandan con
urgencia una educación para el perdón y la reconciliación, por tanto; se trata
de un bien común para todos.
Mateo nos propone obtener la misericordia de Dios,
es decir el perdón de los pecados cometidos contra EL y él prójimo, para ello
es necesario preparar la mente y el corazón de los niños, jóvenes y adultos
porque para unos es muy difícil perdonar las ofensas de sus hermanos o hermanas
y para otros toma tiempo hacerse al sacramento de la reconciliación o la
confesión.
Jesús ha instituido un hermoso sacramento para
todos sus hijos e hijas que han cometido pecado después del bautismo aquí
tenemos una muestra del amor de Dios y de
cercanía con el ser que ha
creado porque Dios quiere que todos los seres humanos vivamos felices y en
libertad, queda entonces en desafió de asumir el perdón en nuestras vidas para
curar las heridas del corazón con el amor de Dios.
En las familias, centros de trabajo,
instituciones educativas, medios de
comunicación deberían estar presentes temas del perdón o reconciliación porque
necesitamos familias y una sociedad reconciliada con Dios y el prójimo, para ello es necesario tener
apertura, disposición con el fin de ser mejores personas. Tenemos que mirar a
Jesús para animarnos a perdonar y ser perdonados: “Padre perdónales porque no
saben lo que hacen” en otro momento Jesús no dice: “Tus pecados son
perdonados”.
A modo de cierre podemos decir que el mundo de
rencores y conflictos debe ser iluminado con la misericordia de Dios, asumamos
esta noble tarea.
Mg. Carlos Santisteban