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viernes, 1 de marzo de 2013

LA TRANSFIGURACION DE JESÚS Lc 9, 28b-36




El Evangelio de Lucas nos narra que Jesús junto a sus discípulos subió a lo alto de la montaña para orar.  Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, (…) es decir se trata  de la transfiguración del Señor. Conviene plantearnos algunas interrogantes ¿Cuándo y dónde se manifiesta Dios?, ¿Dios se sigue manifestando hoy a la humanidad?. Dios se manifiesta cada día al darnos la vida, la familia, el trabajo, la salud, una buena noticia; en los buenos deseos del corazón y los buenos pensamientos. Pero también Dios se manifiesta en las necesidades de los hermanos y hermanas, que pasan hambre, sed, en los enfermos, en los niños y niñas que no tienen posibilidades de ir al colegio o en los jóvenes que no encuentran posibilidades de trabajo, estudio, o que han perdido el sentido a sus vidas. Toca a cada uno de nosotros descubrir la manifestación de Dios en la realidad concreta con los ojos  y oídos de la fe.  La oración es un excelente medio para encontrarse cada día con  Jesús, ahí el discípulo(a) se encuentra con su Maestro. En ese encuentro Jesús se manifiesta misericordioso, sanador, paciente; en otros momentos pide un cambio de vida, ser mejores discípulos(as), buscar el bien común de la sociedad. Pedro, Juan y Santiago experimentaron en sus vidas la presencia de Dios, un regalo maravilloso que transformó sus vidas y para siempre.  Como discípulos(as) estamos llamados a orar cada día, para alimentarnos del amor de Dios, de su ternura, paciencia; de los valores como  justicia, paz, verdad, caridad, libertad; de actitudes como  coraje o valor profético para anunciar a Jesucristo a tiempo y a destiempo al juicio del apóstol  San Pablo. Para manifestar la grandeza de Dios a nuestros hermanos y hermanas que aún no le  conocen. El discípulo(a) tiene que hacer creíble la grandeza de Dios con el testimonio de vida. La comunidad de hoy necesita de testigos de la grandeza de Dios y sus diversas manifestaciones.
La invitación del Evangelio de Lucas es descubrir la manifestación  de Dios en oración, en los hermanos(as) y en la comunidad, Dios allí se  manifiesta. Este encuentro tiene que afectar la vida del discípulo(a) en el conocimiento cada día de Dios en las Sagradas Escrituras, nadie ama lo que no conoce dice un refrán. Sin lugar a dudas  encontrarnos con Jesús nos llena de paz interior, amor, felicidad y muchas bendiciones en nuestra vida personal, familiar, profesional, y apostólica.  A modo de cierre podemos decir que Dios se manifiesta cada día en la vida diaria, en los hermanos(as) y en las necesidades de la comunidad, ahora nos toca manifestar el amor de Dios en el contexto que nos toca vivir.

Mg Carlos Jorge Santisteban LLonto (docente Dacir ULADECH-Chimbote) 28.2.13